viernes, 19 de abril de 2019

Causas de la I Guerra Mundial: económicas

Causas económicas
Entre el último tercio del siglo XIX y la primera década del XX se desarrolló la Segunda Revolución Industrial. Ésta se caracterizó por una serie de cambios: nuevas fuentes de energía (petróleo y electricidad), nuevos sectores de la producción (químico, siderúrgico y alimentario), nuevas formas de organización del trabajo (taylorismo)  y una creciente globalización de la economía.
Surgieron nuevas potencias industriales (USA y Japón) que se unieron a las ya existentes (G. Bretaña, Alemania, Francia). Alemania ganó terreno económico a Gran Bretaña por el carácter más competitivo y moderno de su industria y se erigió en la líder indiscutible de determinados sectores productivos, como el siderúrgico y el químico.
Al mismo tiempo intentó por todos los medios arrebatar a Inglaterra sus tradicionales mercados, tanto europeos (Bélgica, Holanda, Rusia) como coloniales, y se convirtió en un serio rival comercial. Londres y París lograron mantener, no obstante, la supremacía en la exportación de capitales.

Una economía mundializada
La globalización de la economía se produjo como consecuencia de la necesidad de materias primas y el control de nuevos mercados donde vender los excedentes industriales. Las principales potencias se embarcaron en la conquista y control de amplios territorios en África y Asia, ampliando enormemente las relaciones comerciales y conduciendo a una universalización mercantil y financiera.
Sin embargo, las relaciones de producción se sustentaron en la desigualdad entre las potencias industrializadas (metrópoli: monopolizadoras de la tecnología y productoras de manufacturas) y las áreas no industrializadas (colonia: proveedoras de materias primas y mano de obra). Este rasgo fue clave en el fenómeno del Imperialismo.

“Pero la competencia entre exportadores alemanes e ingleses era muy dura en casi todos los mercados europeos (...)
En 1898, las compras efectuadas por Francia en Alemania llegaban apenas a los tres quintos de las que eran efectuadas por ella en Gran Bretaña; en 1913, las importaciones alemanas e inglesas se encontraban casi al mismo nivel.
En Bélgica, donde, en 1898, eran más importantes las importaciones inglesas que las alemanas, ahora las alemanas sobrepasaban en 200 millones de francos belgas a las inglesas.
Los holandeses compraron, en 1913, 1.051 millones de florines de mercancías alemanas, y solamente 356 millones de mercancías inglesas.
En Italia, donde el comercio inglés (...) había conservado clara preponderancia hasta finales del siglo XIX, la situación se había invertido; las importaciones alemanas (626 millones de liras) sobrepasaron en 50 millones de liras en 1912 a las importaciones inglesas.
En Rusia, las importaciones alemanas (...) llegaban al cuádruple de las importaciones inglesas.
Por último, las supremacía del comercio alemán sobre el inglés, desde 1890 en Rumanía y desde 1901 en Serbia, se extendió en 1911 a Bulgaria.”

Pierre Renouvin. Historia de las relaciones internacionales.

“A pesar mío soy cada vez menos inglés. Mi calzado es francés, mi ropa alemana, las sillas de mi despacho son de fabricación alemana, lo mismo ocurre con mis plumas, mi papel y mi alfombra: la cerveza que bebo es alemana. Pronto lo único inglés de mi casa serán mi carne y mis huesos y los sentimientos inmutables que me animan.”
Palabras del cónsul del Reino Unido en Aleppo (1898).

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